¿Te resulta difícil desprenderte de esos kilos de más?

¿Has seguido diferentes dietas y no logras mantener los resultados?

Quizá hayas llegado incluso a plantearte “¿para qué intentarlo?”

Si has respondido de manera afirmativa, debes saber que no estás solo/a: En España más de 10 millones de personas mayores de 25 años, sufren de sobrepeso u obesidad.

La genética, la alimentación, el estilo de vida sedentario y, en definitiva, los hábitos, influyen en la aparición y el mantenimiento del exceso de peso.

Aún así, resulta frecuente que su tratamiento se aborde desde una perspectiva reduccionista centrada en la cuestión nutricional. Esto supone enfocarse únicamente en cambios relacionados con las pautas alimentarias (dieta) e ignorar otros muchos factores influyentes.

La palabra “dieta”, por definición, hace referencia a una alimentación equilibrada y variada. Sin embargo, en la práctica, las dietas se asocian con prohibiciones, esfuerzos y sacrificios que implican renuncias más allá de la alimentación.

¿Qué implicaciones tienen a largo plazo dichas restricciones a nivel psicológico?

 

El ciclo infinito de las dietas

Al inicio de una dieta, la motivación por perder peso y ganar en salud y autoestima permite seguir esas estrictas directrices, pero, tarde o temprano, el hambre, la monotonía, el esfuerzo y el agotamiento se impondrán.

Por todos es conocido que lo prohibido siempre resulta atractivo: La Teoría de la Reactancia Psicológica (Brehm), base de la Psicología Inversa, explica cómo en situaciones de prohibición, la persona se esfuerza por recuperar su libertad.

Aplicado al ámbito de la alimentación, dicha reacción emocional se traduce en consumir aquellos alimentos de los que se le ha privado. Por tanto, cuando una dieta estricta “fracasa”, no se trata de falta de fuerza de voluntad sino de conducta humana. Cuando las exigencias y limitaciones a nivel alimentario son tan elevadas e implican renuncias constantes, no pueden mantenerse a largo plazo.

De hecho, más del 60% de las personas que combaten el exceso de peso únicamente “a base de dieta” la abandonarán en algún momento, traduciéndose inevitablemente en una ganancia de peso.

El efecto rebote muestra cómo los resultados obtenidos no sólo no se mantienen a largo plazo, sino que se alcanza un peso incluso mayor que el inicial.

Ante esta situación, suele recurrirse de nuevo a dietas cada vez más estrictas, configurando una espiral o círculo vicioso del que puede resultar complicado escapar.

Estas constantes fluctuaciones en el peso tienen consecuencias perjudiciales no sólo para la salud física, sino también para la salud mental:

  • El peso y la figura corporal se convierten en un foco de preocupación y malestar constante
  • La comida se convierte en fuente de obsesión y control, con reglas estrictas que cumplir
  • La elevada exigencia y presión por alcanzar determinados resultados puede generar ansiedad
  • La frustración al no «cumplir» con los objetivos marcados suele acompañarse de sentimientos de incapacidad y/o bajo estado de ánimo

Éstos y otros muchos factores psicológicos asociados, pueden contribuir a que la situación se cronifique y mantenga en el tiempo.

Quizá sea necesario plantearse que, para obtener resultados diferentes, no podemos continuar empleando la misma estrategia.

Es evidente que las dietas son efectivas, puesto que cumplen su objetivo – llegar a un peso determinado. Sin embargo, si la meta es que los resultados se mantengan a largo plazo, puede no ser la solución más adecuada.

La alimentación es un pilar fundamental, pero sobre ella ejercen influencia aspectos sociales, culturales, cognitivos, conductuales y emocionales que deben abordarse.

No se trata de empezar una dieta que abandonarás algún día, sino de construir un estilo de vida saludable que te acompañe siempre.

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