El dolor es un fenómeno universal: A pesar de sus múltiples variaciones y matices, es experimentado en algún momento de la vida por todo ser humano independientemente de su género, edad, cultura o situación económica.
Por intenso o angustioso que pueda resultar, el dolor agudo tiene una función protectora: actúa como mecanismo de alarma cuando existe una amenaza para nuestra integridad física evitando daños mayores, y a su vez, contribuye al proceso de recuperación favoreciendo el reposo y el descanso.
Sin embargo, cuando el dolor pierde su utilidad y se prolonga en el tiempo, acaba transformándose en enfermedad, puesto que puede limitar gravemente la vida de la persona.