El dolor es un fenómeno universal: A pesar de sus múltiples variaciones y matices, es experimentado en algún momento de la vida por todo ser humano independientemente de su género, edad, cultura o situación económica.

Por intenso o angustioso que pueda resultar, el ​dolor agudo tiene una función protectora: actúa como mecanismo de alarma cuando existe una amenaza para nuestra integridad física evitando daños mayores, y a su vez, contribuye al proceso de recuperación favoreciendo el reposo y el descanso.

Sin embargo, cuando el dolor pierde su utilidad y se prolonga en el tiempo, acaba transformándose en enfermedad, puesto que puede limitar gravemente la vida de la persona.

¿Qué es el dolor Crónico?

Se define como dolor crónico aquel cuya duración se mantiene más allá de 6 meses. Se caracteriza por la presencia de dolor persistente que escapa al control voluntario de la persona y se asocia a un sufrimiento psíquico importante.

El dolor es una experiencia subjetiva compleja en la que intervienen además de aspectos físicos, factores psicológicos que influyen directamente en la aparición, duración e intensidad del mismo.

Cuando el dolor se convierte en un compañero involuntario de vida, su alcance excede el plano físico: la constante lucha por evitar o eliminar el dolor se traduce en un esfuerzo que no siempre es útil, generando reacciones emocionales, cognitivas y conductuales que incrementan el sufrimiento asociado y contribuyen a aumentar o prolongar el dolor.

A nivel psicológico, el dolor persistente se asocia a síntomas como preocupación, miedo, ansiedad, desesperación, impotencia, irritabilidad, depresión o alteraciones del sueño y sus repercusiones afectan a la vida familiar, social y laboral, generando un impacto que puede llegar a ser devastador.

Causas del dolor crónico

En la mayoría de los casos, su aparición se da como consecuencia de una ​lesión o disfunción orgánica​, aunque su presencia puede llegar a mantenerse incluso después de que la lesión original haya desaparecido. Algunos ejemplos de ello, son:

Dolor neuropático: aparece en respuesta a un traumatismo o lesión que afecta al sistema nervioso. Los nervios, al encontrarse dañados, producen sensación de quemazón, hormigueo o dolor punzante. Dolor neuropático asociado a síndrome de miembro fantasma: ​Dolor localizado en una parte del cuerpo que ya no está presente tras una amputación.

Dolor nociceptivo: se produce como consecuencia de una lesión somática (músculos, articulaciones, huesos) o visceral (órganos) En esta categoría pueden incluirse algunas condiciones médicas como fibromialgia, artritis reumatoide o lumbalgia.

Sin embargo, no siempre pueden obtenerse respuestas a nivel médico que justifiquen la presencia o intensidad del dolor. En estos casos, hablamos de dolor de ​origen desconocido.​ El dolor puede manifestarse como expresión física a una situación de demanda excesiva (estrés) o malestar psicológico prolongado.

Independientemente de su origen, el dolor para la persona que lo experimenta no es fingido ni producido intencionadamente y supone una fuente de malestar y sufrimiento.

Fases del dolor crónico

La mayoría de las personas que sufren dolor crónico atraviesan varias fases:

  • Fase con síntomas de ansiedad: Suele ser reacción inicial ante un dolor que no cesa. La persona trata de buscar explicaciones y soluciones que eviten o minimicen la aparición, duración y/o intensidad del dolor. La ansiedad activa el Sistema Nervioso, actuando como un factor potenciador y mantenedor del dolor: cuanto mayores sean los niveles de ansiedad, el dolor será percibido como más intenso y desagradable.
  • Fase con síntomas depresivos: Tras varios intentos por cambiar la situación, se toma conciencia de la imposibilidad de revertirla. Es común experimentar sentimientos de indefensión, pérdida de control y de autoeficacia, lo cual supone una peor evolución y adaptación al dolor, ya que se ve disminuido el umbral de tolerancia al mismo.
  • Fase de aceptación: A pesar de que los síntomas físicos continúan presentes, los esfuerzos de la persona se dirigen a adaptarse para retomar, en la medida de lo posible, el funcionamiento anterior a la aparición del dolor.

Sintomatología asociada al dolor crónico

Convivir con un dolor que no cesa conlleva consecuencias que pueden manifestarse a través de:

SÍNTOMAS ANÍMICOS

  • Ansiedad
  • Irritabilidad
  • Bajo estado de ánimo – depresión
  • Desesperanza, abatimiento
  • Culpabilidad

SÍNTOMAS MOTIVACIONALES

  • Apatía: Pérdida de interés o entusiasmo, indiferencia
  • Ausencia de placer en actividades con las que anteriormente se disfrutaba (anhedonia)

SÍNTOMAS COGNITIVOS

  • Problemas de atención, concentración y/o memoria
  • Preocupación constante
  • Pensamientos de incapacidad, inutilidad

SÍNTOMAS CONDUCTUALES

  • Cambios en el apetito
  • Alteraciones del sueño (insomnio de conciliación y/o mantenimiento)
  • Aislamiento social
  • Afectación de la actividad sexual
  • Abuso de fármacos

Tratamiento

La intervención psicológica en dolor crónico se dirige a mejorar la calidad de vida de las personas afectadas, siendo los objetivos principales:

A nivel fisiológico: Incorporar técnicas de respiración, relajación, mindfulness e hipnosis para contrarrestar la experiencia sensorial del dolor y mejorar las alteraciones de sueño asociadas.

A nivel cognitivo: Identificar y modificar los patrones de pensamiento que incrementan el dolor, así como las creencias y valoraciones asociadas.

A nivel conductual: Modificar aquellas conductas que pueden incrementar el dolor y favorecer el incremento de las actividades agradables.

A nivel afectivo: Mejorar el afrontamiento del impacto emocional del dolor para lograr adaptarse a la presencia del mismo.