¿Qué es el estrés?

El origen del término estrés se sitúa en el campo de la física, empleándose para hacer referencia a la presión ejercida sobre un cuerpo. Aplicado al ámbito de la salud, el estrés se define como una respuesta normal del organismo cuya finalidad es la adaptación a las demandas del entorno.

Normalmente, los acontecimientos que lo desencadenan están relacionados con cambios que exigen un sobreesfuerzo. Para hacer frente a esta demanda, se desencadenan una serie de respuestas dirigidas a afrontar y superar la situación.

Conviene destacar que su presencia no siempre resulta negativa: en ocasiones, supone una oportunidad para superar nuevas circunstancias. Ante estas situaciones de “reto” o “desafío”, se favorece el desarrollo de recursos personales que incrementarán las probabilidades de éxito en ocasiones futuras.

Un mismo hecho no resulta igual de estresante para todas las personas, ni siquiera resulta igual de estresante para la misma persona en función de las circunstancias o momento de la vida en que se encuentre. Por ello, más allá de la situación que desencadenó la respuesta inicial de estrés, éste se convierte en fuente de malestar cuando la situación se prolonga en el tiempo y la persona se siente desbordada al considerar que no tiene recursos para hacerle frente.

Fases del estrés

El Síndrome General de Adaptación (SGA) describe el curso de la reacción del organismo cuando se encuentra en una situación estresante:

1. Fase de alarma: Reacción inicial ante la situación de demanda. Se producen en el organismo una serie de cambios metabólicos (como la liberación adrenalina, cortisol y otras hormonas) dirigidos a disponer de recursos y energía para hacerle frente a la amenaza. En numerosas ocasiones, dicha activación a pesar de suponer un desgaste, permite superar la situación. Si no fuera así, se desarrollaría la segunda fase.

2. Fase de resistencia o adaptación: Cuando la situación estresante se prolonga en el tiempo. Durante esta fase el organismo trata de recuperar su equilibrio, sin embargo, dado que el suceso estresante continúa presente, no logra conseguirlo: A pesar de que el nivel de activación disminuye respecto a la fase anterior, continúa siendo más elevado de normal. Si la situación estresante no se resuelve, el organismo no es capaz de mantener dicha activación de forma indefinida, dando paso a la fase de agotamiento.

3. Fase de agotamiento: Cuando el estresor es suficientemente prolongado, el organismo agota sus recursos y pierde su capacidad de respuesta. Es en esta fase cuando la persona es más vulnerable a desarrollar enfermedades derivadas del estrés crónico.

Sintomatología

Vivir en un estado de estrés constante es llevar al organismo a una activación permanente que implica cambios a nivel fisiológico, cognitivo, emocional y conductual.

Síntomas físicos

  • Sudoración excesiva
  • Dolores musculares a consecuencia de la tensión prolongada, generalmente en cuello y espalda
  • Dolores de cabeza
  • Taquicardia, sacudidas al corazón
  • Aumento de la presión arterial
  • Alteraciones digestivas: náuseas, vómitos, estreñimiento, descomposición
  • Cansancio, agotamiento
  • Mareos
  • Alteraciones dermatológicas: brotes de psoriasis, acné o dermatitis

Síntomas cognitivos

  • Dificultades de atención y concentración
  • Alteraciones en la memoria
  • Dificultades en la toma de decisiones
  • Fatiga mental o «lentitud»
  • Bloqueos
  • Preocupación constante

Síntomas emocionales

  • Inquietud
  • Ansiedad
  • Irritabilidad
  • Bajo estado de ánimo, depresión, apatía
  • Cambios bruscos de humor (labilidad emocional)

Síntomas CONDUCTUALES

  • Alteraciones de la conducta alimentaria: necesidad de comer compulsivamente o pérdida de apetito
  • Alteraciones del sueño: Dificultades para conciliar y/o mantener el sueño
  • Problemas sexuales
  • Bruxismo o «rechinar de dientes»
  • Aumento del consumo de tabaco, alcohol o fármacos relajantes
  • Morderse las uñas (onicofagia)
  • Aparición de tics nerviosos

Tratamiento

Una de las principales funciones del tratamiento psicológico es la función preventiva: no abordar las respuestas psicofisiológicas derivadas del estrés supone, a largo plazo, incrementar el riesgo de padecer determinadas patologías (trastornos cardiovasculares, trastornos gastrointestinales etc).

El objetivo de la terapia es mejorar las habilidades de afrontamiento ante el estrés. Para ello se emplean diferentes recursos y estrategias, entre otros:

  • Incorporar técnicas de control de la activación: respiración, relajación, mindfulness
  • Entrenamiento en técnicas de solución de problemas y asertividad
  • Reestructuración cognitiva: Dirigida a identificar y modificar aquellos pensamientos inadecuados que limitan la actividad o el rendimiento
  • Entrenamiento en autocontrol y expresión emocional

La finalidad no es únicamente lograr una gestión adecuada de la situación actual, sino también de aquellas futuras dificultades que puedan presentarse.