Guía para gestionar la vuelta a la “nueva normalidad”

“Quédate en casa”: durante semanas esta frase ha sido y sigue siendo el principal mensaje y lema para combatir la crisis del Coronavirus (Covid -19).

Desde el 14 de Marzo, día en que se decretó el estado de alarma, la población española se ha visto obligada a permanecer en sus domicilios.
Inicialmente, muchos sintieron que su libertad se había desvanecido repentinamente, mientras otros, aceptaron racionalmente la necesidad absoluta de esta medida. Independientemente de cómo se acogiera la noticia, la presencia e impacto del Coronavirus, así como las medidas para hacerle frente, dispararon los niveles de preocupación, ansiedad y estrés.

Sin embargo, a medida que los días pasaban y las prórrogas se aprobaban, todos y cada uno de los ciudadanos fuimos adaptándonos a la realidad, acostumbrándonos a la seguridad del hogar.

Adentrarnos en el confinamiento supuso, en menor o mayor medida, un esfuerzo para todos, del mismo modo que puede serlo la progresiva desescalada.

A pesar de la deseada “vuelta a la normalidad”, tras más de dos meses de aislamiento, salir al mundo exterior puede interpretarse como un acercamiento a la incertidumbre, donde se desvanece la protección del refugio de “nuestras cuatro paredes” frente a la posible amenaza.

Por ello, es muy posible que para algunas personas, retomar el contacto con las rutinas anteriores se convierta en fuente de malestar.

Miedo, la emoción predominante

Coger el metro en hora punta en Barcelona, retomar la actividad laboral o acudir a una terraza… El temor asociado a contraer o transmitir la enfermedad puede estar especialmente presente durante los momentos iniciales de la desescalada. De hecho, tener miedo, es natural.

Esta emoción surge en reacción a la exposición a un peligro presente que supone una amenaza para la supervivencia, y por tanto,  cumple una función adaptativa: protegernos.

El miedo puede ser nuestro aliado cumpliendo su función, o por el contrario, puede convertirse en el peor enemigo, transformándose en disfuncional e incapacitante. Esta delgada línea supone una cuestión de medida o umbral.

La presencia de cierto “nivel” de miedo, contribuye a seguir las recomendaciones sanitarias de protección. Sin embargo, cuando el miedo se desborda, puede llegar a desencadenar conductas no saludables como rituales compulsivos de limpieza o incluso vernos incapaces de salir de casa.

A continuación se exponen algunas recomendaciones generales para que la transición sea lo más favorable posible:

  • Cuida tu descanso: La cantidad y la calidad del sueño repercuten directamente sobre el funcionamiento del organismo. De hecho, un cerebro “sobreactivado” por falta de descanso, es más vulnerable al estrés y la ansiedad, por lo que el primer paso consiste en regular los patrones de sueño alterados.
  • Presta atención a la alimentación. El hambre, al igual que el sueño, constituye una necesidad fisiológica. Respetar un equilibrio alimentario influirá no sólo sobre tu estado de ánimo, sino también en la eficacia de las actividades que realices.
  • Incluye el ejercicio en tu rutina. No es necesario que planifiques actividades físicas intensas, basta con un paseo diario.
    Programar salidas de forma gradual  aumentando progresivamente el tiempo y la distancia del recorrido, contribuirá a mejorar tu rendimiento físico y te permitirá  ganar confianza y seguridad.
  • Incluso si no experimentas síntomas de ansiedad, es recomendable practicar ejercicios simples de respiración, relajación o yoga. Tan solo 5 minutos al día son suficientes para activar el sistema parasimpático, mejorando entre otras cosas, el estado de ánimo, la eficacia del sistema inmune, la atención y la memoria.
  • No te aísles: Comparte tus sentimientos y preocupaciones con personas de tu confianza. Distancia física no es sinónimo de distancia social.
  • Retoma el contacto con las personas que tienen importancia en tu vida, respetando las recomendaciones sanitarias. En muchos casos, se ha producido una adaptación respecto a la ausencia de contacto, pero no podemos olvidar que somos seres sociales.
  • Limita la información que recibes asociada al Coronavirus: El acceso a la información aporta conocimiento y seguridad, pero la sobreexposición contribuye al malestar, la preocupación y la ansiedad.
  • Recuerda mantener la distancia física de seguridad, proceder al lavado de manos y utilizar mascarilla.Si a pesar de tus esfuerzos, consideras que el miedo ha tomado el control de tu vida, solicita ayuda profesional.

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